Manzanares El Real

Manzanares es un pueblo con suerte. Nació y fue a caer al pie de la Pedriza y enseguida le creció un castillo, el castillo viejo, y luego otro, éste de película, el castillo de los Mendoza, que desde entonces ha sido parte de su identidad. Lo atraviesa el río Manzanares, de quien tomó prestado su nombre poco después de haber nacido en las cumbres de la Sierra de Guadarrama, en pleno Parque Nacional y,  para colmo, el embalse de Santillana hizo que una enorme colonia de aves acuáticas se quedase a vivir allí. 

El castillo de los Mendoza es el verdadero emblema de Manzanares El Real. Este edificio es la plasmación arquitectónica de una sociedad a caballo entre dos épocas, la caballeresca medieval y sus elementos defensivos, como el antemuro o la entrada acodada, y la renacentista humanista, con sus grandes salones, fachadas decoradas y magníficos miradores, más propio de un palacio. 

Pero el universo granítico de la Pedriza es también un castillo en sí mismo, una auténtica fortaleza circundada por barreras naturales de granito, aparentemente infranqueables. Son murallas talladas por el efecto del agua, del viento y del sol, durante miles de años. Sobre ellas o en su parte posterior, se levantan torres de vigilancia que se erigen sobre las demás rocas. La más alta es El Yelmo. Atalayas empleadas por buitres leonados y cabras montesas que ejercen de vigías. Y por dentro, mil laberintos que parecen pensados para disuadir las intenciones de posibles fuerzas ocupantes; estancias ocultas, a las que se llega por escaleras interminables de incontables peldaños irregulares; senderos verticales, que discurren hasta alturas casi inaccesibles. 

Manzanares El Real, el castillo de los Mendoza, la Pedriza, el Parque Nacional de Guadarrama… un sistema complejo que sólo requiere tiempo y ganas… ¿Quién da más?